Especiales en el blog: Carta de emotiva del Hijo de Chespirito
Amigas
y amigos: Ya han pasado 15 días de la sensible partida del gran
comediante y libretista mexicano Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, y en esta ocasión
uno de sus hijos, Roberto Gómez Fernández, también actor, productor y su guionista
escribió en estos días una carta emotiva hacia su padre… mejor les invito a que
la lean.
“Quiero que
me recuerden como un hombre bueno”, decía mi padre. Y la verdad es que veo
difícil que lo recordemos así, que lo recordemos SOLO así. Hace ya una semana
que se fue, y apenas recobro el ánimo para escribir. Llevo 7 días consternados,
abrumados, sorprendidos…todo eso aderezado con tristeza, sin duda, pero a la
vez con el orgullo de sentir otra vez, más cerca que nunca, el cariño de tanta
gente hacia él. Y es que para mí no se fue un hombre bueno, solamente…. se fue
un hombre inteligente, un comprometido, un hombre
de trabajo, un hombre recto, justo, extraordinariamente sensible…. y muchas
adjetivos más que se podrían revolver en una bolsita de papel estraza y saldría
una palabree: GENIO.
Cuando me preguntan que de qué me sentía más orgulloso de mi padre,
siempre he contestado que, al menos el evento que más recuerdo, es un festival
del día del padre a mis 10 años en el Colegio La Paz; mi padre metió un gol de
“palomita” en frente de todos mis amigos. Un golazo! Uff! Siempre lo recuerdo.
Para entonces ya ere El Chavo del 8 y El Chapulín Colorado. Pero el personaje
de goleador superó cualquier hazaña. Desde siempre he vivido admirando a mi
padre, no solo por su chamba en los medios, si no también por su chamba en la
vida. Su preocupación por nosotros, sus hijos, iba más en torno a formar
personas de bien. Desde muy chico, por metiche, y seguramente por ser el único
hombre de la familia, me dejó asomarme en su mundo creativo para ya nunca salir
de él. Tengo clara todavía la imagen de llegar al canal 8 tomado de su mano y
enseñándome un “pueblito del oeste” de una Telenovela, Hermanos Coraje. Desde
ahí me enamoré del mundo fantástico de contar historias para la pantalla. Ya
pasaron más de 40 años de aquel día y todavía escucho la voz de mi padre,
presentándome a los demás. “Mira, ¡Es mijo!” Siempre se encargó de que me
quedara claro que a él le daba mucho gusto presentarme.
Y son esos detalles los que recuerdo con más gusto, todavía me emocionan. La forma de poner atención a una conversación, el interés de hacerte sentir bien, la sencillez con la que trataba a mi gente. A toda la gente.
A mi padre le debo la mayoría de lo que soy. Le debo el haberme
acercado al futbol. Me lo presentó, me lo enseñó, y lo compartimos hasta hace
apenas unos días.
Intentó que yo fuera chiva, con uniforme y todo, pero ver jugar a Borja y a Reynoso, en el América, me hizo entrar en razón. Lo mismo sucedió con él pocos años después. (Sí. ¡Era Chiva antes de ser Águila!).
Desde muy niño me enseñó el poder de una cámara de televisión y, junto
con Enrique Segoviano, me dieron mis primeras lecciones de dirección de TV.
Y al mismo tiempo me enseñaba el valor de ser honrado, de ser justo, de ser trabajador, de ser agradecido, de ser amable, de prepararse, de leer, de tratar de ser feliz…y las mejores lecciones las daba de la manera más efectiva: Con el ejemplo.
Aquellos pasillos de canal 8 son ahora Televisa, la que se convirtió,
literal en su 2a casa. Ahora, en una de sus “calles” se lee un letrero que dice
“Calle Roberto Gómez Bolaños, CHESPIRITO” Es sin duda el elemento emblemático
de el respeto y cariño que le tiene la empresa a mi padre.
En estos días los hermanos tuvimos que hacer a un lado la tristeza y
darle lugar a otras emociones. Por la “obligación” gustosa de despedir a mi
padre con el pueblo de México (y más allá) tuvimos la oportunidad de sentir muy
de cerca la trascendencia el respeto y, sobre todo, el cariño de la gente hacia
él. Como su gol de palomita en mi primaria, se me quedará grabado ese trayecto
de Televisa San Ángel al Estadio Azteca. Nos hizo a varios dedicarle unas lágrimas
de emoción. La gente en la calle, aplaudiéndole, llorándole… fue la
manifestación de cariño más grande que yo haya vivido. Un enorme privilegio.
Cada día hay algo que me recuerda que ser hijo de Roberto Gómez Bolaños ha sido un privilegio, un Honor. Una indescriptible satisfacción.
Pero esa conciencia no la he tenido desde el principio. Yo no medía la
dimensión de lo que era mi papá. Él nunca promovió a un hombre famoso dentro de
casa. Chespirito y sus personajes se quedaban en los estudios de TV. De hecho
prácticamente nunca hubo un famoso como invitado en casa. Tal vez un par de
veces parte del elenco de su programa… y ya. Y a él solo lo veíamos trabajar
escribiendo. Metido en su despacho, con su vieja máquina de escribir, o con su
lápiz (lo que le causó una ampolla que se quedó con él hasta el final) siempre
escribiendo. Y es que eso era lo que lo definía. Desde que él mismo se descubrió
un talento al escribir, fue su actividad más enriquecedora, su pasión. Se
convirtió en actor, director y todo lo demás por consecuencia de su trabajo
como guionista. Y convirtió a sus personajes y a su obra en lo que son gracias
al toque del genio, con un profundo conocimiento de la condición humana,
interviniendo en todo el proceso.
Confieso que a mí sí me gusta verlo no solo como padre, si no como sus personajes, también.
Como al escritor. Como al Chavo del 8, su personaje más querido, y el que más trabajo le costaba hacer. Como el Chapulín Colorado (mi favorito) el que le abrió las puertas en el extranjero, en donde se reflejaba como torpe, débil…y muchos defectos más. Un hombre que, a pesar de tener miedo, enfrentaba el peligro. Un verdadero héroe. Como el Chómpiras, el personaje que más le gustaba hacer, tal vez porque le habría gustado tener mucho de la conchudés del Chómpiras. Cómo Chaparrón Bonaparte, que era el ejemplo perfecto de hacer ver lo sofisticado en algo simple. Como el Dr. Chapatín, su primer personaje importante. Cómo el Chanfle, un personaje en donde se plasmó a sí mismo en muchos sentidos.
En estos
días he recibido cientos de mensajes, por todos los medios posibles, de amigos
y familiares. Y más de mil mensajes de gente que quiere decirnos algo de mi
padre. Ha sido un maratón indescriptible de puras cosas buenas. Es por eso que
he dejado la tristeza un poco de lado.
Ahora toca
otro paso. Más íntimo.
Gracias a
todos que le han mostrado su admiración y su cariño.
Gracias,
Robby y Tamara por su amor.
Gracias a
la vida por estas hermanas.
Gracias,
Krystell por estar juntos.
Gracias, pa
por ser el mejor maestro,por ser un ejemplo, mi guía más importante.
Gracias por
decirme Campeón.
Gracias por
ser más papá que Chespirito.
Gracias a
la vida por la fascinante aventura de tener a un padre así.
Pa, te
vamos a recordar toda la vida. Ten la seguridad que te vamos a recordar como lo
que fuiste; UN HOMBRE BUENO.
Ma, espero
que hayas recibido a mi papá con un cafecito.
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