Especiales Buitres: La Clase Política según Maquiavelo


Amigas y amigos: En este último capítulo de Especiales Buitres, comentaré sobre la Clase Política, a nivel general y a todas las ideologías políticas a su haber. Todos sabemos quiénes son y sus comportamientos, unos que son unos payasos y artistas de la ideología, y para llamar la atención de los medios y de la opinión pública, y de las peleas, conflictos y pleitos que arman, solo para los medios y la opinión pública... en fin, es lo que hay en Chile; y para qué decir en el mundo.

Según Nicolás Maquiavelo, autor del libro El Príncipe, establece que la política en sentido estricto, dado que es la primera realidad de la vida humana, el único fin, que usándolo también como medio, el hombre necesita perseguir con el sacrificio, si es necesario, de su propia alma, y para Maquiavelo la política es un superior no reconocido, un punto de no retorno para la política y la filosofía moderna.

Por eso muestra al gobernante el arte de conquistar el poder, al que identifica al Estado, el arte de la política del gobernante, y ha de estar exento de toda norma. El bien común radica en el poder y en la fuerza del Estado, y no es subordinable en ningún caso a fines particulares, por muy sublimes que se consideren. El Estado, en Maquiavelo, es el gran articulador de las relaciones sociales para garantizar que los hombres vivan en libertad a través de sus leyes. De esta forma, se logra el bien común, y todo lo que atente contra él puede ser rechazado, siendo cualquier medio lícito.

El Estado, es la única fuerza sobre la que apoyarse, y el hombre, malvado por naturaleza, sin ninguna virtud sobre la que alzarse, se reduce a ser "ciudadano", un simple "animal político" a decir de Aristóteles, al cual se puede juzgar por su grado de sociabilidad y por sus virtudes cívicas. La obra de Maquiavelo es una teoría del Estado, es decir de las formas de organización que permiten al hombre, venciendo su egoísmo instintivo, vivir en sociedad, vivir sin que "el bueno pueda ser aplastado por el malo". De  ahí su insistencia en el término "virtud" ya que le da un nuevo significado con una nueva carga moral

Maquiavelo, resalta al mismo tiempo la diferencia entre tirano y príncipe, considerando tirano al que gobierna en beneficio propio y Príncipe el que lo hace buscando los intereses del Estado y de la colectividad. Por eso aconseja la violencia, la crueldad, pero solo cuando sean necesarias y en la medida en la que sean necesarias.

Sobre la legitimidad del poder, Maquiavelo es claro "aquel que llega al ,principado con la ayuda de los grandes se mantiene con más dificultad que aquel que llega con la ayuda del pueblo", porque el fin de los grandes es oprimir y el fin del pueblo es no ser oprimido y , por ello, recomienda al príncipe la necesidad "de tener al pueblo como amigo, de lo contrario no tendrá remedio durante la adversidad".

Maquiavelo es categórico en afirmar que la persona que ha decidido tomar la iniciativa de llevar un pueblo, debe saber a lo que se expone, a lo que tiene que renunciar para ser un buen gobernante. Si no está dispuesto a ello no debería plantearse ningún dilema, y podría seguir siendo un ciudadano más, un hombre común que lleva a cabo sus intereses sin intervenir en los intereses de los demás. El Príncipe, el gobernante, es concebido por Maquiavelo como una víctima de su posición, obligado a comportarse de determinadas maneras debido a la maldad de los demás, dispuesto a condenarse con tal de cumplir con su deber y mantener en vida el Estado.

Esa moral cruel que le aconseja al príncipe está en función del bienestar de los hombres, que no es posible sin la existencia de un estado ordenado y tranquilo, seguro de los enemigos externos y no "desordenado" por los enemigos internos.

Maquiavelo es coherente con su idea de la autonomía de la política. Deja de lado las utopías políticas, como la del idealismo platónico, para teorizar sobre un nuevo modelo de política más realista y aplicable a los gobiernos de su época. Lo que son, no lo que debieran ser. Por ello, él cree que un príncipe ha de ser "amado y temido y alaba la virtud de los gobernantes que son crueles con unos pocos y así mantienen el Estado, mientras que critica a los pueblos y príncipes crédulos que son buenos y dejan que sus enemigos destruyan una parte de su patria, seguros de que así la sed de conquista de sus enemigos se saciará. El bien del Estado no se subordina al bien del individuo, y su fin se sitúa absolutamente por encima de todos los fines particulares por más sublimes que se consideren.

Para Maquiavelo el poder, considerado como uno de los ámbitos de realización del espíritu humano, y el fenómeno político visto como la expresión suprema de la existencia histórica, que involucra todos los aspectos de la vida, es la concepción que subyace en su obra El Príncipe. Da nacimiento, con ello, a la secularización del mundo y las cuestiones religiosas quedaban restringidas al ámbito de la conciencia individual.

La ciencia renacentista despojó al hombre de su armadura teológica y le devolvió la voluntad de organizar su existencia sin temores o esperanzas de compensación espiritual. El Estado también empezaba a concebirse como un poder secular no ofrecido a los individuos por derecho divino sino por intereses económicos, de clases o ambiciones personales. Fue esa gran mentalidad renacentista la que permeó la obra de Maquiavelo y de la que derivó su concepción del poder y de la política.

Maquiavelo no es ajeno a la moral y supo intuir, antes que sus propios contemporáneos, que era imposible organizar un Estado en medio del derrumbe social de Italia. "La experiencia muestra que las ciudades jamás han crecido en poder o en riqueza excepto cuando han sido libres", dijo Maquiavelo.

Hay que subrayar, entonces, que la reflexión de Maquiavelo "y el fin justifica los medios" no es una amoralidad o una falta de ética, es nada menos que la ética de los fines que ha acompañado la historia de la política prácticamente hasta fines del siglo XX. Todas las revoluciones, pasando por la Francesa y la Rusa, como toda la política de los grandes megarelatos ideológicos estuvo inspirada en la ética maquiavélica de los fines. Si el fin era virtuoso, los medios eran secundarios. Hoy, esa visión es improponible y la humanidad ha avanzado hacia una sociedad de derechos y de límites que hace que el fin y los medios que se utilizan importan y que ambos deben ser virtuosos. Por virtuoso, significativo, que resulte un fin, los medios deben ser éticos porque de lo contrario contamina irremediablemente el fin. Pero la ética de los fines de Maquiavelo estuvo presente en la historia posterior de la política por siglos.

Hoy día, en los tiempos de hoy, las doctrinas de Maquiavelo no son tomadas en cuenta por parte de la clase política, quienes están insertos en ella velan por el bienestar personal propio y persona en vez de sus propios ciudadanos, solo lo hacen para el discurso político electoral, pero el de sus conciudadanos al momentos de estar insertos en el poder, ni te he visto ni me acuerdo. Así son de individualistas prácticamente toda la clase política, y al parecer a Maquiavelo lo ven como un simple adorno.

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