Especiales hijos de Putin: Los rusos y Vladimir Putin


Amigas y amigos: La esperada victoria de Vladimir Putin en las elecciones presidenciales de Rusia celebradas el pasado 18 de marzo, con casi 77% del sufragio y una participación del 67,5% de los 110 millones de rusos llamadas a urnas, es la consecuencia de varios factores: el control que ejerce el Kremlin – desde los canales de televisión hasta las fuerzas del orden público –, la ausencia de una competitividad política real, la incapacidad del movimiento opositor de transformar las protestas callejeras en un movimiento político, la confrontación del Kremlin con Occidente y la genuina popularidad de Putin por haber mejorado el nivel de vida de los rusos desde su llegada al poder en 2000. Putin ha ganado las elecciones sin competir con nadie y ha cumplido su principal objetivo: sucederse a sí mismo en el poder.

Vladimir Putin, como presidente (2000 - 2008, 2012 - 2018) y primer ministro (2008 - 2012) sucesivamente, ha custodiado un boom económico – que no se debe a sus eficientes políticas económicas, sino a los elevados precios del petróleo –, la modernización de las Fuerzas Armadas y el restablecimiento de Rusia como gran potencia. Durante sus mandatos los estándares de vida de la mayoría de los rusos mejoraron en comparación con la época soviética y con los años noventa y su caótica transición a la democracia que acabó en corrupción generalizada, por lo que ha resurgido una renovada sensación de estabilidad y orgullo nacional.

Actualmente en Rusia existe un elevado porcentaje de personas que viven en el umbral de la pobreza, el 13,4%, pero si se compara con el dato del 33% de 1992, o el del 2000, cuando el 28% de la población rusa estaba al borde de la supervivencia, la mejoría es visible. Durante los primeros dos mandatos de Putin (2000-2008), los salarios crecieron constantemente alrededor de un 10% anual. Sin embargo, durante los últimos seis años de su mandato como presidente del Gobierno (en 2012 , la Federación rusa cambió la Constitución para prolongar el mandato presidencial de cuatro a seis años), el crecimiento económico ha sido menor debido a la crisis económica, la bajada de los precios del petróleo y las sanciones económicas impuestas por la Unión Europea y los Estados Unidos, a causa de la anexión de Crimea y el apoyo militar y económico del Kremlin a los rebeldes prorrusos en la guerra de Donbas. A pesar de ello, la tasa anual de crecimiento en el consumo siempre se ha mantenido en torno al 11%. Por ejemplo, en el año 2000 solo tenían vehículo propio 27 de cada cien rusos, mientras que en 2016 el número con vehículo particular aumentó a 58 de cada cien.

La victoria de Vladimir Putin no supone cambios radicales en la política exterior, aunque las relaciones entre Rusia y Occidente podrían estar marcadas por una escalada en cualquiera de las actuales disputas (Ucrania, Siria, acusaciones occidentales de intromisiones rusas en los procesos electorales, ciberataques o el envenenamiento de Sergei Skripal y su hija en el Reino Unido).

No es de esperar que Putin lleve a su país hacia una democratización durante su nuevo mandato presidencial, a pesar de las promesas dadas en su último discurso del estado de la Nación, el pasado 1 de marzo, que formó parte de la campaña electoral. Las claves de la supervivencia del régimen autocrático estarán en el ‘control flexible’ de la oposición política (impedir o limitar la competitividad política de las personas u organizaciones que podrían poner en peligro el monopolio del Kremlin) y en las reformas estructurales que garantizarían el crecimiento económico.

La oposición política en Rusia está profundamente dividida y, como se ha demostrado en los últimos comicios, la llamada al boicot del líder opositor, activista y bloguero, Alexey Navalny (que fue vetado por la Comisión Electoral acusado de malversaciones), ha fracasado. Navalny, mitificado erróneamente por los analistas “como el único que podría hacer sombra a Putin”, está creando un networkinghorizontal a través de Internet y acusando al régimen de corrupción, pero sin ofrecer un programa político capaz de agrupar a sus seguidores en redes sociales en un movimiento político alternativo a Putin. Así, su rechazo a la oferta de Ksenia Sobchak (una expresentadora de la televisión cercana a Putin por lazos familiares) de unir sus fuerzas opositoras, refleja que no confía en ella (le acusa de ser una impostora del Kremlin en las filas opositoras) y que basa su esperanza en que las redes sociales le conviertan en un líder político.

Desde 2011, la mayoría de los políticos y analistas rusos sostiene que las reformas estructurales de la economía y la modernización son imprescindibles. Putin las prometió (de nuevo) en el discurso del estado a la Nación, pero por ahora son muy inciertas. Tocqueville escribió que el peor momento para un Gobierno impopular es cuando decide reformarse, porque abre esperanzas. El presidente ruso se encuentra ante el dilema de Gorbachov, que introdujo el glasnost y la perestroika no para acabar con el comunismo, pero este fue el resultado final. Con esta lección aprendida, Putin no se va a arriesgar a que cualquier liberalización y modernización real pudiera llevar a la desaparición de su propio régimen. Además, sabe que todos los aparatos del Estado –Ejército, policía, servicio secreto–apoyarán solo a un líder indiscutible. Y por ahora, Putin lo es para los rusos, como lo ha demostrado el resultado de las elecciones presidenciales.

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