Especiales de Semana Santa: Cardenal Richilieu

Amigas y amigos: En estos especiales de semana santa, uno de los personajes más sanguinarios de la historia universal es un sacerdote, que ejerció el poder absoluto, tanto en la Iglesia Católica como en toda Francia, temido y odiado, es el cardenal Armand Jean du Plessis, cardenal y duque de Richelieu, conocido como el Cardenal Richilieu. 

Nacido en París, el 9 de Septiembre de 1568,  Richelieu era el cuarto de cinco hermanos y el tercer hijo varón. Su familia provenía de la nobleza de Poitou. Su padre, François du Plessis, señor de Richelieu, fue Gran Preboste de Francia; su madre, Suzanne de La Porte, era hija de un prestigioso abogado del Parlamento de París. Su padre murió cuando sólo tenía cinco años, durante las Guerras de religión de Francia, dejando a la familia en una delicada situación económica. A la edad de nueve años, el joven Richelieu fue enviado al Colegio de Navarra y más tarde ingresaría en la Academia de Pluvinel para seguir su formación como gentilhombre y militar.

Por cesión de Enrique III de Francia en 1584 al Gran Preboste, la familia du Plessis disponía del obispado de Luçon. Tras la muerte del último obispo (tío abuelo de Armand - Jean), la ciudad contaba con un obispo interino en espera de que su hermano Alphonse ocupara ese puesto. Pero Alphonse, de carácter un tanto extraño, rechazó convertirse en obispo de Luçon e ingresó en un convento como cartujo. Armand - Jean tuvo que abandonar la carrera militar que tanto quería, debido a problemas de salud, consistentes en graves fiebres, para reemplazar a su hermano. Era un cambio muy brusco en el rumbo de su carrera, pero no lo dudó.
En 1606, Enrique IV nombró a Richelieu obispo de Luçon. Como aún no tenía la edad mínima requerida, fue necesario un viaje a Roma para obtener una dispensa del papa. Una vez obtenida ésta en abril de 1607, Richelieu fue consagrado obispo. Poco después de tomar posesión efectiva de su diócesis, en 1608, Richelieu ya se mostraba como un activo obispo comprometido con las reformas propuestas por el Concilio de Trento celebrado entre 1545 y 1563.
Fue por esta época cuando Richelieu conoció a François Leclerc du Tremblay (más conocido como "Père Joseph" o "Padre José"), un monje capuchino, que se convertiría en su hombre de confianza. Por esta cercanía al cardenal, así como por el color gris de sus hábitos, se le conoció con el sobrenombre de l'Éminence grise ("la eminencia gris"). Con el tiempo, el padre Joseph colaboraría con Richelieu como negociador y diplomático.
Su ingreso a la políticca data cuando Richelieu siguió a María de Médicis y actuó como intermediario para reconciliarla con su hijo. Fue así como se ganó la confianza del rey Luis XIII, que le hizo nombrar cardenal en 1622 y le tomó a su servicio como ministro principal (presidente del Consejo Real) en 1624. Durante los 18 años que transcurrieron hasta su muerte ejerció un poder omnímodo, en estrecha colaboración con el rey (circunstancia que, como era costumbre en la época, sirvió para enriquecer y enaltecer a la familia Du Plessis, introduciendo además en la corte y en la administración de la Monarquía a toda una red de clientes y amigos). En 1631 fue nombrado duque de Richelieu, dominio señorial que había adquirido diez años antes.
La política interior de Richelieu consistió en reforzar el poder de la Corona, sometiendo tanto a los protestantes franceses (hugonotes) como a los nobles. Acabó con las garantías políticas que Enrique IV había concedido a los protestantes por el Edicto de Nantes (1598) para poner fin a las guerras de religión; y, tras tomar a los protestantes la fortaleza de La Rochela (1628), les impuso la Paz de Alais (1629), por la que perdían las plazas fuertes que garantizaban su autonomía política, aunque conservando la libertad de culto y la igualdad de derechos con los católicos. A los nobles tardó más en someterlos, desbaratando sucesivas conspiraciones, ejecutando a algunos de sus promotores y encarcelando a otros (como los partidarios del hermano del rey, Gastón de Orléans).
La obra de Richelieu como protector de las artes y las letras tiene que ver también con el control del poder simbólico, poniendo la creación cultural al servicio de la propaganda del poder absoluto de la Monarquía: fundó la Academia Francesa (1635), sometió a su control la Universidad de París y edificó la Sorbona y el Palacio Real de París, además de interesarse por la pintura y el teatro. Fomentó la economía, entendida como fundamento del poderío de la Monarquía, a la manera de los mercantilistas; para ello fundó varias compañías de comercio y puso las bases del imperio colonial francés con asentamientos en Canadá, Guayana, Martinica, Senegal, Madagascar y la Reunión.
La fuerza lograda por la Monarquía en el interior la puso al servicio de la afirmación del poder de esa misma Monarquía en el exterior, fundamentalmente contra los Habsburgo. Actuó como un político realista, movido por una razón de Estado desprovista de consideraciones ideológicas o espirituales. Así, hizo caso omiso de la política de alineamiento con las potencias católicas que recomendaba el partido devoto reunido en torno a la reina madre. Por el contrario, intervino en la Guerra de los Treinta Años (1618-48) apoyando a cualquiera que se opusiera a los Habsburgo, aunque esa política le obligara a aliarse sistemáticamente con los príncipes protestantes alemanes y nórdicos (los reyes Cristian IV de Dinamarca y Gustavo Adolfo II de Suecia), todos los cuales recibieron subsidios de Francia para financiar su lucha contra el Imperio.
Pero, cuando éstos fueron derrotados, Francia tuvo que intervenir directamente en la guerra (1635). Dirigió sus fuerzas a asegurar el libre paso por las fronteras del reino, lo que significaba -al mismo tiempo- cortar las comunicaciones entre los territorios de los Habsburgo, que rodeaban a Francia; fue así como anexionó Lorena a Francia. Pero la lucha contra los españoles fue muy dura, y sólo se inclinó del lado francés después de que Richelieu debilitara al rey  Felipe IV apoyando las rebeliones de Cataluña y Portugal (1640).
Al morir, dejaba a Francia en una posición favorable en Europa, que culminaría en la batalla de Rocroi (1643). Su sucesor, el también cardenal Julio Mazarino (que era hechura y protegido de Richelieu) recogería esa herencia, pero también la difícil situación de la Hacienda Real por los costes de la guerra y el descontento patente en las provincias por las cargas fiscales impuestas.
Muere el 4 de Diciembre de 1642, al día siguiente, los revolucionarios saquearon la tumba colocada en la capilla de la Sorbona, a pesar de la intervención del arqueólogo Alexandre Lenoir. Los atacantes exhumaron el cuerpo del cardenal y a continuación lo decapitaron. El cuerpo querían arrojarlo al Sena, pero fue situado en los sótanos de la Sorbona, en calidad de fosa común, con los de varios miembros de su familia, incluido el mariscal de Richelieu.
La cabeza del cardenal fue llevada por un comerciante parisino llamado Cheval. Terminado el Terror, quizás arrepentido, ofreció con insistencia el cráneo del cardenal al padre Boshamp quien, a su muerte en 1805, lo legó a su vez al padre Nicolas Armez. Escondida en Saint - Brieuc, la reliquia volvió a la Sorbona el 15 de diciembre de 1866, durante una ceremonia fúnebre. En 1896, el historiador Gabriel Hanotaux tomó el cráneo para examinarlo una última vez antes de colocarlo en una caja sellada y cubierta con una capa de cemento, en un lugar secreto cerca de su tumba.
Su imagen ha sido inspirada en la literatura, de la mano de Alejandro Dumas, el autor de la novela Los Tres Mosqueteros, que describe al cardenal como un ministro codicioso y hambriento de poder, pero con un fondo de carácter noble y grande, como se aprecia al final de la novela y en la secuela "Veinte Años Después". Las diversas adaptaciones de esta obra han dado unos personajes aún más deformados, como la película de 1993, que le muestra como un villano de cuento, sin ningún rasgo favorable.
A pesar de su escasa popularidad, Richelieu ha sido ante todo uno de los más hábiles políticos de la historia. Sus actos siempre miraban la salvaguarda de los intereses del Estado. Se puede considerar un digno heredero de Maquiavelo. Trabajaba veinte horas al día, a pesar de sus dolencias crónicas, y pese a eso, su carácter sanguinario lo ostenta hasta el día de su muerte. Gracias.

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